La adelfa

Si buscáis una planta arbustiva alegre, rústica y con una abundante floración estival, estáis de suerte porque hoy vamos hablar de la adelfa. Una bella planta que sin duda representa todo el encanto y el exotismo de las regiones más cálidas de España. Su más que avalada fama le viene dada por su alegre y profusa floración, que nos aporta un toque de color durante todo el verano, con sus bonitas flores y su gran resistencia a la sequía.

Su nombre latino Nerium oleander proviene del griego: Nerion, asociado al dios del mar: Nereus, padre de las Nereidas. Oleander proviene del latín olea (olivo) y de dendron (árbol).

Es una planta de follaje perenne y porte compacto y desordenado. En estado adulto es una planta que puede llegar a alcanzar los cuatro metros de altura, aunque cultivada en maceta rara vez supera el metro y medio. Su tronco es recto, de corteza lisa y color entre pardo y gris, y se ramifica desde la base, desde donde emergen ramas gruesas, rectas y flexibles que secretan látex al romperse. En cuanto a sus raíces, la adelfa presenta un sistema radicular muy potente que puede llegar a profundizar mucho en terrenos poco compactados, lo cual le asegura su supervivencia en zonas áridas.

Sus hojas simples, duras y de forma lanceolada se asemejan a las del eucalipto, aunque en un color verde más intenso. Las flores aparecen en verano y perduran hasta la entrada del otoño. Estas son grandes y numerosas, agrupadas en racimos en el extremo de los brotes del año. Actualmente en el mercado nos podemos encontrar numerosas variedades, caracterizadas por tener flores con un número variable de pétalos y diferentes coloraciones que incluyen el rojo, fucsia, carmín, rosa, blanco y, más recientemente, el salmón y el amarillo pálido. También existe una variedad con hojas verde-amarillas y una subespecie enana, perfecta para cultivar en maceta.

La adelfa es una planta muy rústica y poco exigente que soporta a la perfección casi cualquier tipo de suelo, siempre y cuando disponga de suficiente humedad freática o de algún período húmedo, aunque sea corto. Admite la salinidad ambiental que hay en las zonas costeras, aunque no las concentraciones elevadas en el suelo. Es fácil verla en paseos marítimos, en donde su porte compacto hace de cortavientos en el invierno, mientras sus bellas flores adornan los calurosos veranos. A la hora de ubicarla elegiremos la zona más soleada y protegida del jardín.

En cuanto a la climatología, adora los climas suaves y sin heladas intensas. No obstante, en buenas condiciones tolera las heladas, pero éstas no deben ser  muy fuertes.  La variedad ‘Little Red’ puede llegar a soportar hasta los -10 ºC. 

Después de la floración se recomienda podar todas las ramas a la mitad de su longitud para provocar ramificaciones sobre los que se desarrollarán los nuevos brotes que darán lugar a las flores el verano siguiente.

Normalmente su presencia se asocia a las zonas áridas de la cuenca mediterránea, pero la verdad es que  puede vivir en zonas desde el nivel del mar hasta casi los mil metros de altura, por lo que su uso está más que aconsejado si lo que buscamos es una planta con una bella y prolongada floración.

Su gran rusticidad y resistencia han hecho que su uso también se extienda hacia plantaciones protectoras de dunas, ramblas y zonas de torrentes, siempre que exista un período con humedad y no mucha salinidad en el terreno. Otro uso muy extendido en España es como elemento de separación en las medianas de las autopistas y autovías, lo cual dice mucho de su rusticidad.

Es importante ser conscientes de que todas las partes de la adelfa son tóxicas, por lo que debe manipularse con cuidado. Se debe vigilar su emplazamiento en el caso de que puedan acceder a ella los niños y los animales domésticos. De hecho, sus efectos tóxicos aparecen reflejados en relatos épicos de Alejandro Magno, en donde dicen que la adelfa le impidió ganar batallas, al envenenarse sus animales de carga con ella.