En este mes las flores nos rodean por doquier, pero pocos arbustos pueden igualar en esta época a los rododendros en belleza cuando se cubren de flores. Esta espectacular y alegre exhibición de color primaveral llama tanto la atención que pocos son los que pueden escapar a su encanto.

Los rododendros (Rhododendro spp.) son arbustos perennes, de porte redondeando y crecimiento lento, oriundos de la China occidental. En el mercado se pueden encontrar diferentes especies e híbridos que incluyen algunas que pueden alcanzar alturas de entre 1 y 3 m, así como otras enanas que apenas superan los 50 cm de altura.

El follaje suele ser compacto y estar formado por hojas grandes y ovaladas, de un característico color verde brillante que contrasta con el intenso color de sus flores. Las flores tienen forma de trompeta y aparecen, dependiendo de las especies, desde abril hasta principios de junio, reunidas en grandes ramilletes compactos de colores blanco, fucsia, violeta, rojo o amarillo.

Es importante recordar que todas las partes del rododendro son tóxicas, e incluso pueden llegar a ser mortales si se ingieren, por lo que si contamos con algún ejemplar en nuestro jardín deberíamos evitar que los niños jueguen con él.

Dentro del mundo de los rododendros, las especies híbridas tienen una gran reputación  como plantas resistentes a las inclemencias del tiempo, por lo que en caso de tener dudas es mejor optar por una de ellas. A la hora de situarlos en el jardín, es preferible optar por una ubicación a semisombra, como puede ser  debajo de grandes árboles o a la sombra de un muro o una edificación, de modo que estén protegidos del sol directo y puedan dar un bonito espectáculo en el momento de la floración.

Estamos ante plantas de suelo ácido que para su óptimo cultivo necesitan de un pH entre 5 y 6. La mayoría de los suelos de Galicia son ligeramente ácidos, pero si a la hora de plantarlos preparamos un sustrato con una mezcla de turba, tierra de brezo y arena, no tendremos muchos problemas en conseguirlo. Los rododendros también son plantas aptas para su cultivo en maceta, o en grandes jardineras, donde quedarán muy bellos si los asociamos con otras plantas de suelos ácidos, como los pieris, las azaleas, los brezos o las camelias.

Existen variedades resistentes que se pueden cultivar en el exterior y otras más adecuadas para el interior. En general les encanta la humedad, y esta debe ser constante durante la época de floración, mientras que en el resto del tiempo el riego debe de ser menos abundante. Durante el desarrollo de las plantas, y sobre todo las cultivadas en tiestos, conviene añadir al agua de riego (más o menos cada quince días) un abono complejo de reacción ácida. En particular, los rododendros son plantas muy susceptibles a la escasez de hierro en el sustrato (clorosis férrica), que suele mostrarse acompañada con una pérdida de la intensidad del color de las hojas, que se van volviendo de un color verde claro hasta llegar al amarillo. En este caso, es importante añadir quelatos de hierro al agua de hierro, a fin de que nuestra planta recobre su verdor característico.

Después de la floración se eliminarán todos los vástagos de flores muertas y cualquier tallo, hojas o ramas estropeadas. La poda severa de estas plantas podría ser perjudicial para la floración del año siguiente.

Las enfermedades más comunes suelen ser ocasionadas por hongos que dan como resultado que la planta se seque, se marchite o se pudra alguna parte. Estos problemas se corrigen eliminando las partes afectadas o secas, y  procurando no mojar las hojas ni flores. A mayores, aplicaremos un fungicida específico o uno de amplio espectro, dependiendo del problema que tengamos.

Las plagas que más afectan a los Rododendros suelen ser la araña roja, los trips o moscas blancas. Para combatirlos utilizaremos insecticidas o acaricidas específicos para cada uno de ellos.