Iván M. Prado Rodríguez.

El amarronamiento de las coníferas

A pesar de que estamos en una época de lluvias es posible que tengáis alguna conífera en vuestro jardín o terraza que haya empezado a secar parcial o totalmente. Su follaje, o parte de él, comienza a adquirir un color marrón muy poco favorecedor, hasta dar la sensación de que la planta se ha secado o está a punto de hacerlo. Este problema es lo que se denomina como el amarronamiento de las coníferas y es posiblemente unos de los más comunes que afectan a este tipo de plantas. Esta situación, que al principio puede parecer causada por un solo factor, puede deberse en realidad a causas muy diversas, como por ejemplo la falta de nutrientes en el suelo, una mala poda, problemas de hongos, las bajas temperaturas, la falta o el exceso de agua.

Si el amarronamiento se debe a una falta de nutrientes, lo más probable es esté provocado por un déficit de magnesio, hierro o nitrógeno. Este problema es fácil de solucionar y sólo precisa del aporte de fertilizantes indicados para este tipo de plantas. Es importante utilizar aquellos que indiquen que llevan magnesio y hierro, o que es indicado para el amarronamiento de las coníferas. El modo de aplicación de este tipo de abonos suele ser foliar (aplicado directamente a las hojas), aunque no siempre es así. Para estar más seguros lo mejor es leer bien la etiqueta antes de utilizarlos. La utilización de abonos de liberación lenta en la zona de la raíz también es una buena opción pues nos aseguramos de que los nutrientes van a estar disponibles en el suelo durante un período de tiempo razonablemente largo.

El amarronamiento causado por una mala poda es fácil de detectar pues se observa que la planta está sólo marrón por la parte inferior o por su interior. Esto sólo es un problema estético y se produce porque la forma resultante de la poda impide que la luz llegue a la base o al interior de las plantas. Esto se soluciona podando más la parte de arriba y dejando un poco más largas las ramas de abajo, de modo que la forma resultante se asemeje a un cono.

Si la planta se pone marrón por falta de agua la solución tampoco es muy complicada: basta con regarla más, pero sin encharcarla. El riego se realizará sobre toda la planta, incluyendo la copa, aunque hay que evitar regar en las horas de máxima insolación o por la noche. En este caso las hojas no llegarían a secarse y podrían acabar teniendo problemas de hongos. En invierno, a no ser que sea muy seco, el riego no es necesario.

Las coníferas, por lo general, no son plantas muy exigentes en agua y su riego debe ser moderado y siempre evitando el encharcamiento. El exceso de agua suele provocarles asfixia radicular, lo que acaba dando lugar a la muerte de la planta o favoreciendo un problema de hongos.

Las zonas sombrías, en donde el sol apenas incide, así como el exceso de agua, son los desencadenantes del problema de amarronamiento más perjudicial para las coníferas: la infección provocada por el hongo Phytopthora, muy habitual en tuyas, leilandi, piceas, y cipreses. El síntoma más característico de esta enfermedad es la desecación del follaje y las ramas, que se manifiesta con un tono amarillo-marrón que se inicia en el interior de la planta y avanza hacia a la zona exterior de la misma. Las hojas también se van secando de dentro hacia fuera.

La infección se produce en el sistema radicular y se va extendiendo por el interior de la planta. La enfermedad se hace más intensa si existe exceso de agua en el terreno. En el mercado se pueden encontrar fungicidas específicos pero el resultado es muy variable, por lo que la prevención es por lo general la mejor solución.

Evitar la compactación del terreno y favorecer el drenaje del suelo es una forma de evitar el encharcamiento. Las coníferas necesitan de tierra ácida, por lo que en los nuevos aportes de tierra que hagamos, lo más conveniente es utilizar este tipo de tierra. El sulfato de hierro, también es un también un buen aliado, ya que mejora el suelo, acidifica el suelo y aporta nutriente, acentuando con ello el color verde de las coníferas. Si ya hemos tenido problemas con la Phytopthora antes, lo más aconsejable es no plantar la misma especie en el mismo sitio, y realizar aplicaciones preventivas con fungicidas específicos, en otoño y en primavera.