Algo habitual en los jardines, aparte de la vegetación, son las superficies rígidas que llevan asociados. Su utilización, dependiendo del material, dice mucho del jardín, pues con ellas tendemos a definir y crear zonas muy prácticas que establecen espacios de paso, recreo o descanso, además de embellecerlo notablemente debido a su elevado potencial ornamental.

Los elementos no vegetales del jardín, como las terrazas, senderos, muros y pérgolas, suelen denominarse “paisaje duro”, y su principal función es la de definir la forma y estructura del jardín. La armonía se consigue cuando ambos paisajes, el duro y el blando, el formado por los elementos vegetales, se entrelazan entre sí y dan lugar a un espacio común en el que entran en conjunción las formas y colores de ambos.

Los pavimentos de las diferentes zonas deben ser antideslizantes y acordes con el estilo de la casa y el jardín. A la hora de elegirlas debemos asegurarnos de que sean practicables en todos los momentos del año, de forma que permanezcan siempre estables para que se pueda andar por ellos confortablemente con independencia de las inclemencias del tiempo. 

Los granitos, cerámicas, adoquines y el hormigón impreso suelen adaptarse bien a los ambientes más formales. Los ladrillos, pizarras, piedras, así como los senderos de jabre, arena y zahorra suelen utilizarse en ambientes más rústicos.

La piedra es uno de los materiales más resistentes al clima y al desgaste. Suelen ser suelos cómodos, duraderos y muy sencillos de limpiar. La madera armoniza bien con las plantas, aunque siempre hemos de utilizar madera tratada para exteriores, ya que si no la humedad haría estragos en ella.

Los materiales de gres son resistentes al sol, las lluvias y las heladas, además de ofrecernos un gran número de posibilidades, existiendo en el mercado una gran variedad tanto en colores como en diseños.

Otros materiales fáciles de ver en los senderos son los pavimentos de tipo blando, es decir, materiales permeables y menos rígidos como el jabre, la arena o la gravilla. Este tipo de materiales permite la infiltración de agua dentro del suelo. Este tipo de pavimentos se integran bien con la vegetación y crean espacios más naturales, además de ser los más utilizados para los jardines históricos y clásicos. El inconveniente más importante que presentan estas superficies blandas son los problemas de escorrentías en zonas de topografía accidentada, de ahí que la premisa más importante a la hora de su utilización como pavimentos sea la compactación: cuanto mayor sea, mayor estabilidad aportarán.

Los senderos enlosados sobre el césped que llegan a zonas de descanso escondidas, o que simplemente marcan un sendero a través del césped, son útiles y muy prácticos. Su objetivo principal es perder espacio de zona verde pero tampoco estropearla con nuestro paso continuo sobre ella.

En definitiva, la elección del tipo de pavimento no sólo contribuirá a darle personalidad a nuestro jardín o terraza, sino que nos permitirá acceder a él para disfrutarlo en todas las épocas del año.