Iván M. Prado Rodríguez

Los temidos hongos

Hasta para el más aplicado de los jardineros las enfermedades fúngicas pueden suponer algún que otro quebradero de cabeza. Así que no os preocupéis si vosotros también tenéis que lidiar con ellas. Es cierto que el hecho de tener una rutina de buenas prácticas puede evitar grandes males, pero por supuesto no hay soluciones infalibles.

La aparición de hongos en una planta suele estar asociada a unas malas condiciones de cultivo, como por ejemplo un exceso de agua, un exceso de nitrógeno, una densidad de plantación demasiado alta o una ubicación sombría. Algunas de estas condiciones, unida a la acción de un clima suave y húmedo, crea un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de enfermedades.

Es importante inspeccionar las plantas periódicamente a fin de detectar con rapidez la presencia de una enfermedad y poderla combatir de manera eficaz. Si una planta estuviera muy enferma sería imposible ayudarla, por lo que no dudaremos en eliminarla, evitando con ello la propagación del problema.

Los síntomas más característicos de un ataque de hongos son el marchitamiento, las malformaciones, las alteraciones de color, o la manifestación del propio hongo que puede ser en polvo, esporas o cuerpos fructíferos (setas).

Una vez que hayamos identificado el agente patógeno, el objetivo debe ser ofrecer a la planta los medios para resistir ante el problema, liberarla de los agentes que provocan la enfermedad, y después actuar de tal forma que no se produzcan ataques nuevos y que, a su vez, otros enemigos no aprovechen su debilidad pasajera para pasar a la acción.

Es importante saber diagnosticar de modo acertado el problema de nuestras plantas, para después decidir qué acción es la correcta para resolver la situación. El conjunto de tratamientos disponibles en la actualidad comprende una gran diversidad de métodos orgánicos, además de los evidentes productos químicos. Un manejo óptimo del jardín depende del aprendizaje de cómo evitar que estos problemas se den y, si esto fallara, reconocerlos en una etapa temprana cuando todavía se los puede tratar con mayor facilidad.

Los controles orgánicos son métodos naturales que ayudan a que las plantas resistan mejor y se recuperen del ataque de plagas y enfermedades. Controles orgánicos son la rotación de cultivos, la limpieza en el jardín, o la plantación de especies tanto repelentes como huéspedes al lado de nuestro cultivo. Entre los tratamientos orgánicos, destacan las pulverizaciones a base de jabón suave, las infusiones de rábano blanco o la decocción de la cola de caballo, entre otros. El inconveniente es que son de corta duración y sólo actúan en contacto con la enfermedad, por lo que requieren aplicaciones regulares y concienzudas.

El control químico es la utilización de compuestos sintéticos para la curación de las enfermedades que afectan a  plantas. Dependiendo del problema que haya decidiremos que fungicidas, utilizaremos para controlar enfermedades fúngicas (oídio, mildiu, roya, Moniliosis,…)

Los fungicidas, a su vez se pueden clasificar en distintos tipos:

– Según su acción, pueden ser de contacto o de acción sistémica. Los fungicidas de contacto sólo actúan sobre la parte de la planta que toca el fungicida; los fungicidas sistémicos son absorbidos por los tejidos de la planta y luego la savia los transporta al resto de la planta. El parásito al nutrirse de ella lo consume y se intoxica.

– Según su actuación, pueden ser preventivos o curativos. Los fungicidas preventivos se aplicarán antes de que la enfermedad aparezca, con lo que impediremos du desarrollo; los fungicidas curativos, se aplicarán una vez la planta esté infectada. Estos fungicidas matan el hongo y a sus esporas.

– Según su especificad, pueden ser polivalentes, específicos o de triple acción. Los fungicidas polivalentes actúan sobre varios tipos de hongos a la vez; los específicos actúan sobre único tipo de hongo; y los productos de triple acción, actúan frente a hongos, insectos y ácaros, pero su eficacia no están buena como la de los otros dos tipos anteriores.

En general, los tratamientos químicos deberían de ser siempre la última opción a utilizar. Los productos utilizados siempre se elegirán en función de las observaciones efectuadas. Los aficionados a la jardinería podemos ser, sin pretenderlo, unos grandes contaminadores, tanto para nosotros mismos como para el medio donde los vayamos a aplicar. Es por esto que antes de utilizar los fungicidas, deberemos leer detalladamente las instrucciones, a fin de evitar daños colaterales. En estos casos, la prudencia siempre es una gran compañera.