Iván M. Prado Rodríguez

La roya

En una primavera de abundantes lluvias y días soleados es habitual que nuestras plantas acaben padeciendo alguna enfermedad provocada por un hongo. Es por eso que hoy vamos a hablar de la roya, una enfermedad muy habitual en nuestros jardines y huertas, que sabremos reconocer fácilmente sin necesidad de haberla sufrido demasiado.

La roya es una enfermedad que puede ser provocada por varios hongos diferentes. En general todos ellos provocan los mismos síntomas, consistentes en la aparición de pequeños abultamientos en la cara inferior de las hojas, que son en realidad las esporas acumuladas en estas zonas. Las especies de hongos que la producen se diferencian por el color de sus esporas: negras (Puccina graminis), marrones (Uromyces spp.), amarillas (Gimnosporangium sabinae) o anarajadas (Phragmidium subcorticium).

Como sucede con todas las afecciones provocadas por hongos, la propagación de esta enfermedad se ve favorecida por un ambiente húmedo, temperaturas suaves y lluvias prolongadas. Sin embargo, las consecuencias de esta enfermedad no se suelen ver hasta dos meses más tarde, a excepción de las rosas, donde es fácil verla después de las lluvias.

Entre las especies de jardín más afectadas por la roya nos encontramos los rosales, claveles, geranios, peonías, alhelíes, y crisantemos. En la huerta, espárragos, fresas, tomates, leguminosas y patatas, entre otros, suelen ser los más afectados. Los frutales tampoco se libran: manzanos y perales son dos especies muy atacadas por esta enfermedad.

Una temprana detección de la enfermedad es la clave para que ésta no avance. En las plantas atacadas aparecen bultos o hinchazones de color en las hojas, que con el tiempo se van haciendo mayores y transformando en manchas de distintas tonalidades: amarillas, naranjas, rojizas o pardas. Las hojas, frutos e incluso troncos se secan, debilitando a la planta. Una caída adelantada de las hojas puede ser un síntoma de esta infección. En general, la planta suele mostrar un aspecto bastante débil y enfermizo, y en algunos casos puede llegar a morir por esta causa.

El problema de esta enfermedad es que una vez que una zona es atacada es imposible recuperarla, por lo que es muy importante prevenir su aparición. Una buena medida de prevención es aumentar la distancia entre plantas, de forma que aumente la circulación de aire entre ellas. Evitaremos en lo posible vaporizar agua sobre el follaje de plantas propensas a la roya, ya que la germinación de las esporas requiere la presencia de gotas de agua en las hojas.

La eliminación de las esporas otoñales e invernales se puede realizar con aplicaciones de aceite mineral y fungicida. En cuanto a las plantas afectadas, lo mejor es eliminar las partes dañadas y quemarlas. Recordad que estas partes enfermas no deben ser utilizadas para formar compost, porque de esa manera facilitaríamos la propagación de la enfermedad.

Si vuestras plantas suelen padecer esta enfermedad habitualmente debéis adelantaros a ella y realizar fumigaciones periódicas y preventivas con un fungicida especifico, aunque no se vean síntomas. Sobre todo si el tiempo es lluvioso y cálido. Aunque ya hemos dicho que los fungicidas no consiguen curar las partes afectadas por la roya, sí lograrán tras su aplicación que las nuevas hojas, frutos y flores nazcan sanas. Como norma general deberíamos realizar dos aplicaciones con un intervalo intermedio de diez días, en horas de poco sol y días secos de forma que permitamos una mejor acción del producto. Otro método habitual para luchar contra esta enfermedad es el caldo bordelés, una solución de sulfato de cobre y cal en agua, efectiva contra todas las formas de hongos. Se puede aplicar tanto de forma preventiva o cuando hayan aparecido los primeros síntomas de la enfermedad.