Con la llegada del sol y las altas temperaturas es habitual acercarse a zonas costeras, tanto para ir a la playa como para disfrutar de las vistas y la agradable brisa marina. Es por eso que hoy hablaremos del Tamarix o Tamarisco, uno de los arbustos que mejor resiste el salitre, la sequía y el viento, por lo que no es raro encontrarlo en paseos marítimos y jardines cercanos a la costa.

El tamarix es un arbusto de tipo medio y destaca por ser una planta de hoja caduca muy fácil de identificar, en gran medida gracias a su característico porte plumoso y ligero, que le confiere un aspecto de delicadeza. Esta es pura apariencia y no tiene nada que ver con su más que demostrada rusticidad. Su nombre científico, Tamarix, proviene del que le dieron los romanos; éstos se lo pusieron por ser una especie que crecía en abundancia a las orillas del río Tamaris, de la provincia Tarraconesa.

El tamarisco suele presentar un tronco tortuoso y ramificado prácticamente desde la base, que se caracteriza por poseer unas ramas finas, péndulas y flexibles, recubiertas por un follaje fino y de color verde azulado. La corteza de las ramas nuevas es lisa y de un tono pardo rojizo, que con la edad se va tornando pardo púrpura y agrietada con escamas largas y finas. Las hojas son pequeñas y aciculares, y están solapadas unas con otras, a veces suelen verse secreciones de sal entre ellas.

Posee un sistema radicular que se extiende mucho y que puede profundizar en busca de agua cuando ésta escasea. Sus numerosas flores son pequeñas estrellas rosadas, que se reúnen en esbeltos racimos de unos 10 centímetros de longitud en las puntas de las ramas.

Los tamarix se pueden dividir en dos grupos: los que florecen en primavera sobre la madera del año anterior y los que florecen en verano y otoño sobre la madera del mismo año. Todas las especies tienen un tamaño y unas características muy similares. El Tamarix parviflora y T. tetranda, pertenecen al grupo que florece en primavera, por lo que agradecen una poda severa a finales de su floración; el T. ramosissima o el T. gallica, producen sus flores al final del verano, por lo que se podarán a finales del invierno; El T. africana, dependiendo de la poda que le practiquemos, puede producir sus flores tanto en primavera como al final del verano.

En general los tamariscos se desarrollan bien en cualquier tipo de suelo, pero de poder elegir prefieren suelos bien drenados y sueltos, aún así soportan suelos arcillosos, con salinidad y excesivamente nitrogenados; su cultivo también es posible en riberas moderadamente contaminadas. En estas zonas suelen resultar una especie invasora ya que muchos de estos factores dificultan el arraigo de otras especies.

El tamarix puede vivir desde el nivel del mar hasta los mil metros de altitud, por lo que soporta sin problemas climas muy variados y fríos (incluso a -9 ºC). A la hora de situarlo en el jardín, lo más recomendable será ubicarlo en un lugar soleado que le asegurará una gran producción de flores.

Como ya hemos comentado, el tamarix es un arbusto que puede desarrollar un gran sistema radicular por lo que es una especie que resiste bien la sequía, aún así, los Tamarix se desarrollan mejor si se les riega, por lo que no hemos de dudar en hacerlo.

Su reproducción no suele resultar complicada, ya que se reproduce fácilmente de semilla o por esqueje.  Lo más rápido y habitual es separar una rama y clavarla en el suelo; de esta forma, conseguiremos tener un buen seto de una manera muy rápida.

La utilización del tamarisco en el jardín es muy variada: se puede emplear aislado, en grupo o formando setos libres. En zonas cálidas pero expuestas se suele utilizar como cortavientos.