Iván M. Prado Rodríguez

El mildiu

Hoy hablaremos del mildiu, una enfermedad muy habitual en la huerta que es provocada por varios hongos y ataca con mayor virulencia en verano, aunque pueda aparecer también a finales de primavera. Afecta a plantas ornamentales como primaveras, rosales, violetas, alegrías de la casa o dalias, entre otras, pero también a hortalizas, como el tomate o la cebolla, y a algunos arbustos, entre los que destaca especialmente la vid como una de las especies más sensibles a esta patología.

El mildiu puede producir daños tanto a las hojas, como a tallos, capullos y frutos.  En las primeras fases aparecen pequeñas manchas en el haz (la parte superior) de las hojas de color verde claro, muy similares al surco que suele dejar una mancha de aceite en la ropa.  Poco a poco estas manchas van adquiriendo un tono amarillo más oscuro que acaba llegando a ser marrón. A veces se puede observar  en el envés de las hojas el micelio del hongo, una pelusilla blanca-grisácea, que en el caso de aparecer podemos confirmar sin equivocarnos que estamos ante un hongo.

Las hojas atacadas por esta enfermedad acaban secándose por completo y cayendo al suelo. En el rosal, la defoliación puede ocurrir en cuatro o cinco días, por lo que si observamos algunos de los síntomas descritos lo mejor en atajar el problema con rapidez a fin de evitar grandes daños.

La severidad de esta enfermedad varía con las condiciones climáticas del año, porque su propagación está vinculada como en el caso de todos los hongos, al aire estancado,  un ambiente húmedo provocado por lluvias prolongadas, rocío intensivo o niebla, y temperaturas superiores a los 15 ºC. De hecho, las temperaturas cercanas a los 25 ºC son las más optimas para dar lograr la germinación de las esporas.

Algo que no debemos olivar si queremos controlar y prevenir esta enfermedad es que los hongos invernan en las hojas caídas del año anterior, pero sobre todo en los brotes secos que permanecen en las plantas. Por esta razón las podas que se realicen en ellas sirven de limpieza de brotes afectados, pero en el momento de realizarlas es muy importante desinfectar, entre planta y planta, las herramientas que se utilicen. Éstas son una fuente muy importante de transmisión de enfermedades, de ahí que en caso de sospecha, tengamos que extremar las precauciones. Posteriormente recogeremos y quemaremos todas las partes atacadas y desecadas que hayamos quitado mediante la poda, haciendo lo mismo con las hojas y los frutos que hayan caído al suelo.

A la hora de regar las plantas debemos de evitar mojar las hojas. De hecho, el riego por aspersión no es recomendable para las especies sensibles al mildiu. Asimismo, deberán respetarse las distancias de plantación en cada planta, de forma que aseguremos una correcta aireación entre ellas. En los lugares cerrados, sobre todo, en invernaderos o terrazas acristaladas es necesario disponer de una buena ventilación que evite el aire estancando, y ayude a mitigar la humedad y las altas temperaturas.

Si las plantas ya han sufrido esta enfermedad con anterioridad lo mejor que podemos recomendar es realizar  las operaciones anteriores, y efectuar tratamientos  con fungicidas preventivos mientras las condiciones atmosféricas les sean favorables. Una buena solución es pulverizar con derivados del cobre a la caída otoñal de las hojas y en primavera, desde el inicio de la brotación o tras la floración, aplicando dos o tres tratamientos,  a intervalos de 10-15 días,  y repitiendo el tratamiento en caso de lluvias o riego.

Si no se ha podido evitar la infección, podaremos las partes afectadas y aplicaremos un tratamiento  con un fungicida sistémico.

El efecto combinado de las podas y los tratamientos preventivos nos ayudará a conseguir tener controlada esta enfermedad en nuestro jardín.