Iván M. Prado Rodríguez

Las clemátides

Cuando salgamos de este confinamiento descubriremos que muchas de las plantas que estaban dormidas a la espera de la primavera ya se habrán desperezado e incluso habrán empezado a dar sus primeras flores. De entre ellas, destaca con fuerza el grupo de las Clematis.

Las Clematis spp, comúnmente conocidas como clemátides, son un extenso grupo de  plantas trepadoras de hoja caduca, gran belleza y rusticidad, que producen alegres flores de gran tamaño. Su intensa floración llena de vida con facilidad prácticamente cualquier lugar que ocupen, y contribuyen a aportar un toque de alegría y elegancia.

A la hora de hablar de clemátides debemos distinguir entre especies silvestres y variedades cultivadas: las primeras dan lugar a flores de tamaño más reducido, aunque puedan alcanzar diámetros considerables. En todas ellas las flores están constituidas por pétalos independientes, a menudo aterciopelados, que se abren a modo de  estrella para mostrar un centro poblado por numerosos estambres y pistilos. Las flores pueden tener cuatro, seis, ocho o más pétalos, dependiendo de las variedades, y algunas especies incluso conservan los pétalos cerrados en forma de campana. El color de las flores varía en función de las condiciones climáticas. En general, en los climas más cálidos el color de la flor suele ser más oscuro.

Las clemátides presentan tallos largos, rojizos, delgados y sarmentosos, sobre los que sitúan hojas opuestas en cuyas axilas se halla siempre una yema. Las clemátides no poseen raíces adventicias, como las hiedras, ni zarcillos con los que agarrarse, como la pasiflora, sino que son los peciolos de las hojas los que tienen la capacidad de enrollarse a alguna ramilla.

Hay tantas variedades de clemátide que desde la primavera hasta bien entrado el otoño podremos disfrutar de sus flores. Entre las que podemos encontrar en el mercado destacan: la C. alpina, de poco crecimiento, flores pequeñas, entre rosa oscuro y rojo con centros blancos que aparecen en verano y frutos plumosos; la C. montana, originaria de Asia, puede llegar a alcanzar los ocho metros de altura, cuyas flores aparecen a finales de primavera y en la que destacan las variedades ‘Elizabeth’ y ‘Tetrarosa’ de flores blancas o rosadas; la Clematis x Jackmanii es un conocido híbrido, a partir del cual se han obtenido un elevado número de variedades cultivadas. Su crecimiento es medio y la floración, de color granate oscuro, puede aparecer en verano u otoño.

Existen muchas más variedades procedentes de distintos híbridos de clemátides, todas de flores grandes en colores que van desde el blanco al rojo cardenal, pasando por el rosa, azul, violeta y morado, entre otros muchos matices y combinaciones de colores.

Estamos ante unas plantas que prosperan bien prácticamente en cualquier lugar que las situemos, aunque para un buen desarrollo requieren estar plantadas a semisombra, protegidas de los primeros rayos de la mañana, ya que éstos suelen provocarles importantes daños en las ramas y los botones florales. Una buena recomendación es situarlas en un lugar orientado al oeste.

Adoran los suelos húmedos, bien drenados y enriquecidos con turba, mantillo o humus de lombriz. No necesitan de podas severas. Un aclareo de sus ramas o el recorte de los extremos de éstas es más que suficiente para mantenerlas perfectas. La poda se realizará en invierno si son de las que florece en verano y justo después de la floración si ésta ocurre en primavera.

Para que las clemátides puedan cubrir una pared es necesario instalar una celosía o una red metálica o plástica de abertura grande, con el fin de que la planta se pueda agarrar a ella. Cubre a la perfección verjas y cancillas y es perfecta, si se la guía bien, para cubrir una pérgola o un pequeño obelisco. Otra buena solución es plantarlas apoyadas a arbustos altos o arboles pequeños de estructura abierta, de forma que los embellecen con su abundante floración.

Debemos recordar que en invierno las clemátides pierden sus hojas y únicamente mantiene sus tallos ligeramente rojizos, lo que les da un aspecto de plantas secas. Pero ojo, no vayáis a cortarlas pues ese sólo es el aspecto. Las plantas están sanas y muy vivas, algo que comprobareis a nada que el sol vuelva a brillar y las temperaturas aumenten. De hecho, es muy sorprendente como las clemátides rebrotan con fuerza para llenar de vida y color el lugar donde las hayamos situado.