Iván M. Prado Rodríguez

Árbol de Júpiter o Lila del sur.

La Lagerstroemia indica, recibe el nombre del género en honor al naturalista sueco, Magnus von Lagesrström (1696-1759), obtuvo numerosas plantas procedentes de India y China, haciéndoselas llegar a su amigo Linneo.

El árbol de Júpiter es uno de esos arbustos que no pasan inadvertidos en el jardín. Conocido también como la Lila del sur, este árbol de pequeño tamaño o arbusto puede llegar a alcanzar los 5 o 6 metros de altura, desarrollando  una copa redondeada y regular. Sus hojas son de pequeño tamaño, de forma elíptica algo redondeadas. Al brotar tienen una coloración ligeramente bronceada que con el tiempo va adquiriendo un tono verde claro. Este arbusto de hoja caduca presenta al llegar el otoño tonalidades rojizas y ocres muy llamativas.

Su floración se hace presente a finales de verano, pudiendo llegar a mantenerla durante 2 meses, siempre y cuando las condiciones sean buenas. Las flores se agrupan en panículas, es decir, en racimos de flores (un ejemplo para hacerse a la idea serían los racimos de uvas), de un color rosado con gamas que van desde lilas, casi morados a blancos más o menos intensos. Los veranos que se presentan húmedos favorecen la abundante floración.

Un elemento a destacar en este bello árbol es su tronco retorcido con su madera lisa en tonos grisáceos y manchas irregulares ocres, que se deben al desprendimiento en capas de su corteza, convirtiéndola en una planta muy llamativa incluso cuando ha perdido su floración.

A la hora de su utilización, es muy interesante como punto focal en jardines pequeños, ya que su marcado carácter estacional lo hace un elemento muy decorativo, pudiendo disfrutar de su cambiante belleza prácticamente durante todo el año. Resulta especialmente llamativo en agrupaciones o alineaciones, sobre todo cuando se encuentra en la época de floración constituyendo un verdadero espectáculo para la vista.

Es una planta de zonas calidas, que adora las zonas soleadas. La falta del sol directo se verá reflejada en una disminución de la producción de flores, llegando en zonas muy sombreadas a su inexistencia.

Es imprescindible podar la planta hacia finales de invierno. Conviene acortar las ramas del año anterior que han florecido  y quitar las más débiles, favoreciendo de este modo la floración al año siguiente.

El terreno debe ser rico en materia orgánica, ligeramente húmedo pero bien drenado ya que no soporta nada bien los encharcamientos. Conviene darle un aporte de materia orgánica en forma de humus o mantillo a finales de invierno y continuar con las fertilizaciones en forma de abonos minerales cada dos meses, más o menos, hasta la caída de la hoja. Un abonado rico en nitrógeno favorece el desarrollo de la vegetación, pero perjudica la floración.

Los riegos deben ser moderados, no faltándole nunca cierta humedad en época estival o perderán parte de sus hojas y tendrán una floración reducida.

Es una planta muy apreciada por los pulgones por lo que en verano deberemos vigilarla de una forma especial. También es bastante sensible al oídio, enfermedad fúngica que se detecta por la aparición de una especie de polvillo blanquecino sobre las hojas (micelio blanco). Tanto los pulgones como el oídio son perfectamente tratables con una fumigación con los productos adecuados, pero como ya se ha comentado en otras ocasiones, ante cualquier duda debemos preguntar siempre a un especialista en esta materia.

Admite muy bien su cultivo en macetas, siempre que le aseguremos el riego y no dejemos que la tierra de la maceta se compacte mucho, de modo que puede ser incluido entre las plantas favoritas para terrazas espaciosas.