Iván M. Prado Rodríguez

El control de las plagas y enfermedades.

Es muy raro, el jardinero que se libra de sufrir algún problema causado por enfermedades, por trastornos de las plantas o por plagas.

Es importante saber diagnosticar de modo acertado el problema para después decidir qué acción es la correcta para resolver la situación. La panoplia de tratamientos disponibles en la actualidad comprende una gran diversidad de métodos orgánicos y biológicos, además de los evidentes productos químicos. Un manejo óptimo del jardín depende del aprendizaje de cómo evitar que estos problemas se den y, si esto fallara, reconocerlos en una etapa temprana cuando todavía se los puede tratar con mayor facilidad.

Ya que todo en la naturaleza es una cuestión de equilibrio, no vamos a tratar de intentar exterminar a los causantes del problema, sino simplemente a limitar su acción para que siga siendo tolerable para las plantas. Lo importante es el umbral de tolerancia, más allá del cual todo se desequilibra. Algunas hojas devoradas por las orugas no perjudican seriamente a la planta y sólo tienen consecuencias estéticas; en cambio, un ataque masivo de arañas rojas puede eliminar todo el follaje en unos cuantos días y provocar la muerte de la planta.

El objetivo debe ser ofrecer a la planta los medios para resistir ante el problema, liberarla de las plagas o de los agentes que provocan la enfermedad, y después actuar de tal forma que no se produzcan ataques nuevos y que, a su vez, otros enemigos no aprovechen su debilidad pasajera para pasar a la acción.

La aparición de parásitos o enfermedades en una planta suele estar asociada a unas malas condiciones de cultivo. La falta de agua, de nutrientes o de luz reducen su vigor y su crecimiento, haciéndola más vulnerable a los ataques de parásitos o enfermedades. De ahí la necesidad de buscarle una situación que responda a sus requerimientos, así como de darle una alimentación equilibrada.

Es importante inspeccionar las plantas periódicamente, a fin de detectar con rapidez la presencia de un parásito o una enfermedad y poderlos combatir de manera eficaz con controles orgánicos, biológicos y químicos. Si una planta estuviera muy enferma o atacada en exceso por plagas, sería imposible ayudarla, por lo que no dudaremos en eliminarla, evitando con ello la propagación del problema.

Los controles orgánicos son métodos naturales que ayudan a que las plantas resistan mejor y se recuperen del ataque de plagas y enfermedades; los tratamientos orgánicos a base de jabón suave, el aceite de neen o el caldo de ortigas son algunos ejemplos. Su uso es seguro y los daños por el rociado no son un problema. El inconveniente es que son de corta duración y sólo actúan en contacto con la plaga o enfermedad, por lo que requieren aplicaciones regulares y concienzudas. Otro tipo de controles orgánicos son la colocación de trampas, la rotación de cultivos, la limpieza en el jardín o la plantación de especies tanto repelentes como huéspedes al lado de nuestro cultivo.

El control biológico consiste en introducir en nuestras plantas enemigos naturales de de manera deliberada, como predadores, parásitos y enfermedades de los organismos a combatir. Este tipo de control se suele practicar más en invernaderos que en jardines, ya que si utilizamos insecticidas en el jardín dañamos tanto a los controles como a la plaga.

El control químico es la utilización de compuestos sintéticos para la eliminación de las plagas y enfermedades que afectan a nuestras plantas. Dependiendo del problema que tengamos podemos utilizar: insecticidas, ya sean de uso múltiple o específico, es decir, destinados a combatir un determinado insecto (pulgones, mosca blanca, cochinillas,..); fungicidas, utilizados para controlar enfermedades fúngicas (oídio, mildiu, roya,..); o acaricidas, para la lucha contra los ácaros.

Estos productos a su vez pueden funcionar por contacto o por acción sistémica. Los insecticidas de contacto matan la plaga cuando el producto los alcanza de lleno. Los fungicidas matan las esporas de los hongos; los productos de acción sistémica son absorbidos por los tejidos de las plantas y luego la savia lo transporta al resto de la planta. El parásito al nutrirse de ella lo consume y se intoxica.

Es muy importante saber que el uso de los distintos fitosanitarios puede ayudar a nuestras plantas si se utilizan bien, pero un exceso en su uso o en su dosificación puede dañarlas, por lo que a la hora de aplicarlos debemos leer con detenimiento la etiqueta a fin de evitar daños mayores.