Iván M. Prado Rodríguez

En el nutrido y extenso grupo de las coníferas, nos encontramos a los cedros. Unos árboles, sin duda, de gran belleza y porte llamativo, muy habituales de los parques y jardines urbanos, donde el gran tamaño que alcancen en su madurez y sus escasos requerimientos de cultivo los hacen perfectos para conferir carácter y dar estructura al lugar. Su porte majestuoso y a su vez vertical o extendido, dependiendo de la variedad que se trate, les aporta una elegancia y una autoridad que pocas plantas pueden discutirle. De hecho, es fácil verlos en los jardines de las casas grandes o cerca de edificios singulares, donde su sola presencia remarca la importancia de la edificación y le confiere un aspecto más noble y respetuoso.

Los cedros son coníferas perennes de gran desarrollo que pueden llegar a superar los treinta metros de altura, pero su belleza es tal que con los años se han conseguido obtener variedades cultivadas que no sólo se diferencian en porte y color de las especies originales, sino que tienen un tamaño final menor que las hace adaptables a casi cualquier tipo de jardín.

El género Cedrus engloba un pequeño grupo compuesto por 4 especies de árboles de porte cónico y generalmente de gran desarrollo, entre las que encontramos, por ejemplo, el cedro del Líbano (Cedrus libani), de crecimiento lento y porte extendido en los ejemplares antiguos que se caracteriza por poseer varios tallos principales. La variedad ‘Nana’, presenta un porte compacto y es de color verde claro brillante. También el cedro del Atlas (Cedrus atlántica), originario del norte de África, alcanza un porte abierto con la edad. La variedad ‘Glauca’ es de un llamativo color azul, al igual que la variedad ‘Glauca Pendula’ cuyas ramas desciende hasta tocar el suelo. El cedro de Chipre (Cedrus brevifolia) es muy similar al cedro del Líbano pero con un crecimiento más reducido (8-10 m). Y el cedro del Himalaya (Cedrus deodara), de rápido crecimiento y porte cónico, cuyos tallos en sus primeros años presentan un porte péndulo muy característico que a medida que avanza en edad tienden a perder. Sus hojas son más largas que las de las anteriores especies y su color varía del verde pálido al verde grisáceo. La variedad ‘Aurea’, de color verde amarillento, es más delicada que la especie tipo y su altura total no suele superar los 5 m.

En general todos presentan una serie de características comunes. Sus hojas, denominadas acículas, son similares a agujas punzantes que se sitúan formando pequeños ramilletes sobre las ramas de más de un año. Su copa, puntiaguda en sus primeros años, se vuelve más achaparrada en la madurez. Las ramas tienden a presentan un crecimiento horizontal muy característico una vez que la planta ha alcanzado una cierta edad.

Sus órganos de reproducción, al igual que en el resto de las coníferas, son muy primitivos y se denominan conos o estróbilos, en donde los óvulos están desnudos y reciben directamente el polen transportado por el viento. Estos conos aparecen separados por sexos en las ramas, los masculinos en la parte inferior de las ramas y los femeninos, que posteriormente se convertirán en las piñas, situados en posición vertical sobre ellas. Las piñas semejan pequeños barriles muy decorativos que al madurar se van deshaciendo en la propia rama, lo que hace muy difícil poseer un ejemplar de las mismas.

Su madera es muy olorosa, y tiene la cualidad de ahuyentar insectos, lo que la hizo muy útil como material de construcción en el Antiguo Egipto. Actualmente, su fragilidad la desaconseja para su empleo en carpintería. Aún así, esta madera se sigue utilizando pero para elementos más pequeños como instrumentos musicales y sobre todo, para la fabricación de lápices y cajas de puros.

Los cedros no suelen ser árboles de grandes necesidades, por lo que su cultivo es relativamente fácil. Prefieren suelos sueltos y poco encharcados, con abundante materia orgánica en descomposición, sobre todo durante la época de crecimiento. Los grandes ejemplares suelen destacar situados de forma aislada o en pequeños grupos, pero no debemos olvidarnos de que necesitan bastante espacio para un desarrollo adecuado, algo a tener en cuenta a la hora de planificar su plantación. Las variedades cultivadas son perfectas para combinar con otras coníferas, aún así debemos recordar que aunque su tamaño es más pequeño que el de las especies originales, tampoco son enanas y necesitan de un cierto espacio mínimo, por lo que no dudéis en preguntar antes de plantarlas.