Intimidad en el jardín

Iván M. Prado Rodríguez

A veces necesitamos aislarnos del mundo, tener nuestro propio espacio, un lugar donde poder estar tranquilos, distraídos y, sobre todo, alejados de miradas indiscretas y curiosas. El jardín, la terraza o los patios interiores suelen ser lugares perfectos para este cometido, pero es cierto que no siempre presentan la mejor ubicación posible. Muchos de ellos están rodeados por edificios, casas, caminos o lugares públicos, y quedan expuestos a la vista de los vecinos y viandantes. Esto por lo general suele frustrar y desmotivar muchas de las actividades que quisiéramos realizar en ellos. Pero no todo está perdido, sólo hay que echarle imaginación e intentar encontrar una buena solución para aportar intimidad a nuestro rincón preferido. La jardinería aquí se convierte en una aliada, y nos proporciona diferentes y maravillosas soluciones a modo de cerramientos vegetales.

Los cerramientos vegetales constituyen una forma económica y natural de proteger el espacio de miradas ajena e incomodas, además de trazar límites, proporcionar abrigo, y reducir el ruido que nos llega del exterior..

La diversidad en este aspecto es tan amplia que siempre daremos con algún tipo de cerramiento que encaje en nuestro gusto y estilo. Además, estos se pueden adaptar a prácticamente cualquier espacio, independientemente de su tamaño, forma y estilo.

En espacios pequeños, como pueden ser patios, o paredes colindantes entre terrazas podemos optar por poner cierres vegetales en macetas. Con unas jardineras o grandes macetas podemos delimitar el espacio a cubrir. En ellas podemos plantar arbustos, preferiblemente tupidos y de gran tamaño, los cuales nos aportarán la intimidad que estamos buscando. Si elegimos arbustos con flor, además de frescor y belleza, también tendremos color.

En balcones y terrazas estrechos podemos utilizar jardineras pequeñas, y situar en ellas pequeñas estructuras verticales, como son las espalderas de bambú. Sobre estas podemos utilizar una combinación de especies trepadoras tupidas. Un ejemplo es situar dipladenias y hiedra juntas, de forma que creemos una bella y colorida pantalla vegetal. Si podamos las plantas trepadoras con regularidad, y eliminamos las partes secas y deterioradas, tendremos un espacio bonito, cuidado y muy decorativo.

En espacios más grandes las celosías, los enrejados, o las pérgolas, entre otras muchas estructuras, son elementos perfectos por donde pueden trepar y extenderse a placer las plantas trepadoras.

Las opciones son muy amplias, aunque en gran medida dependerá de la estructura que tengamos, el clima del lugar y el uso que le demos al espacio a proteger. Si es un lugar que sólo usamos en primavera y verano, tal vez nos compense utilizar especies de hoja caduca, como la clematide, el jazmín, la glicinia, el rosal trepador o la bignonia. Todas ellas son pantas de flor duradera o muy olorosa, que crecen con rapidez y satisfacen nuestras necesidades con creces.

En zonas con sol y calor, la bouganvilla, la handerbergia o la pasiflora roja son grandes opciones a tener en cuenta. Su extensa floración y su follaje perenne las hace perfectas para crear zonas de refugio en el jardín de gran belleza y color.

En zonas de clima frío, entre las plantas trepadoras de hoja perenne que podemos utilizar destacan: la hiedra, en todas sus variedades, tanto de hoja grande como de hoja pequeña, el falso jazmín, la madreselva y la pasiflora.

Si lo que tenemos es un jardín y disponemos de sitio, los setos son una gran opción. Su contorno natural resulta menos frío que un muro o una valla, y pueden podarse formalmente o dejarse crecer de una manera libre para dar un carácter personal al jardín. Tardan tiempo en establecerse pero vale la pena la espera porque una vez desarrollados nuestro jardín gana en encanto, intimidad y color.

Los setos de bajo crecimiento son perfectos para zonas de huerta o caminos. Estos pueden ser tanto de flores como de especies perennifolias. La lavanda o el Berberis tumbergii ‘Atropurpurea’ son especies muy interesantes y decorativas. El boj, el aligustre o el evónimo suelen, por el contrario, utilizarse para setos bajos clásicos y formales.

A la hora de elegir las especies, además del carácter formal e informal que puedan tener, también es muy importante decidir si lo deseamos realizar con especies de hoja caduca o con especies de hoja perenne. Los setos de especies perennifolias, como el leylandi, el acebo, el laurel o la fotinia, entre otros, no sólo son útiles para dar intimidad a las distintas zonas sino que además resultan unos cortavientos muy eficaces. Las especies caducifolias presentan su mejor aspecto durante el verano, aunque su armazón constituido por ramas sigue sirviendo de límite espacial y visual durante el invierno.

La mezcla de especies perennes y caducas proporciona un contrafondo interesante y cambiante a lo largo del año. Las especies utilizadas deben tener un crecimiento similar, de forma que se evite la dominancia de las especies de crecimiento excesivamente vigoroso.