Iván M. Prado Rodríguez

El Membrillero Japonés

El membrillero Japonés o zarzal ardiente (Chaenomeles speciosa) es otro de esos pequeños arbustos que deberíamos tener en el jardín, pues a pesar de que suele pasar desapercibido buena parte del año, entre finales de febrero o principios de marzo su alegre floración temprana lo convierte en un punto focal muy importante en el jardín. Es un arbusto caducifolio originario de Japón cuyo uso en jardinería popular es de sobra conocido debido en gran medida a su más que comprobada rusticidad y, sobre todo, a su llamativa y delicada floración.

El Membrillero Japonés constituye una mata extendida de una altura no superior a los 3 m, cuyas ramas espinosas nacen enmarañadas desde la base. Esto, que a priori no concuerda con la típica estampa de un arbusto ornamental, deja de tener importancia cuando sus coloridas y numerosas flores de color rojo anaranjado despiertan e invaden las ramas desnudas, aportándole a la planta una belleza delicada y sencilla que difícilmente deja indiferente al que la observa. Las hojas son ovaladas y de un verde brillante y oscuro, y aparecen después de las primeras flores. Los frutos aparecen después de las flores, redondos y de color amarillo pero no comestibles. Si el clima es benévolo el Membrillero Japonés puede llegar a dar una segunda floración en verano, aunque siempre menos espectacular que la primera.

Existen varias variedades que suelen diferenciarse por el color o forma de sus flores, entre ellas destacan: la variedad ‘Nivalis’, con flores de color blanco puro; la variedad ‘Simonii’, de crecimiento más reducido y flores semidobles, de color rojo oscuro; y la variedad ‘Moerloosii’, de flores blancas, manchadas de color rosado.

Su uso más extendido en jardinería es como ejemplar aislado en un rincón del jardín, como seto informal, o situado en las proximidades de un muro. Su cultivo en maceta también es posible, por lo es una buena planta para una terraza soleada. Las ramas con las primeras flores, son muy decorativas por lo que son una buena opción para colocar en floreros.

El Chaenomeles es una planta muy resistente al frío (-15ºC) que no demanda muchos cuidados. No estamos ante una planta muy exigente en suelos, aunque dará mejores resultados en uno medianamente fértil y bien drenado. Adora el sol, por lo que a la hora de situarlo debemos de tenerlo muy en cuenta, sobre todo si deseamos tener muchas flores. 

Precisa de un riego semanal no muy abundante. Si la cultivamos en una maceta o jardinera, los riegos deberán ser más frecuentes, sobre todo en verano. En invierno el riego se reducirá.

El abonado se realizará en otoño e invierno mediante aporte de abono orgánico. En primavera se le añadirá un abono químico, especial para plantas de flor. Los suelos con pH elevado acaban dando lugar a clorosis férrica en la hojas (hojas amarillas). Esto se puede corregir, añadiendo quelatos de hierro a la tierra.

La poda no es muy necesaria cuando se cultiva de forma aislada, aunque en caso de querer realizarla se efectuará después de la floración, y no será muy intensa: sólo se aclararán algunas ramas y se eliminarán aquellas que estén secas, así como aquellas que sobresalgan mucho por exceso de vigor. Si crece junto a un muro, ha de podarse después de la floración a la longitud de 2 a 3 yemas, y acortar los tallos que crecen alejados de la pared durante la época de crecimiento.

Su multiplicación se realiza por esqueje de madera tierna en verano. No es una planta muy propensa a plagas, aunque entre sus enemigos podemos encontrarnos al pulgón pero los daños que ocasiona no suelen muy importantes por lo que con una buena vigilancia y la aplicación de algún producto insecticida adecuado será más que suficiente.