Iván M. Prado Rodríguez.

El Falso abeto.

¿Cuántas veces habremos llamado a nuestro árbol de Navidad abeto? La verdad es que la mayoría de las veces solemos equivocarnos ya que su distinción, si uno no se fija bien,  no suele resultar fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que el árbol típico que suelen vender en estas fechas como árbol de Navidad es la Picea abies.

Los falsos abetos constituyen un gran conjunto de árboles, de aspecto y hábitos muy similares a los abetos auténticos, lo que hace muy fácil la confusión entre unos y otros, sobre todo si no los observamos con detalle.

Los falsos  abetos o Piceas  son coníferas perennes de  gran resistencia  y rusticidad, cuyo porte cónico tan  característico, ya está presente en ellos desde su infancia, volviéndose un tanto desaliñado con los años. Sus hojas lineares, cortas y duras, se disponen alrededor del tallo en sentido espiral, uniéndose a él  por medio de un corto peciolo que persiste en la rama tras la caída de la hoja. Ésta es una forma fácil de distinguir a un abeto de una Picea, pues en los abetos las hojas están unidas directamente al tallo.

Las flores suelen disponerse en ramas distintas dependiendo del sexo; las femeninas  dan lugar a las piñas que cuelgan hacia el suelo y, una vez maduras, caen a él enteras. En los abetos por el contrario las piñas se sitúan de forma vertical, y al madurar  se van deshaciendo  dejando en la rama el eje que las sostenía.

Los falsos abetos crecen en estado natural en zonas altas  y frías formando bosques inmensos en las laderas de grandes cadenas montañosas como el Himalaya o las del centro de China, así como,  por Noruega y Alaska.  La importancia de estos árboles como especies madereras ha hecho que  su cultivo se extendiera por el continente europeo, dando lugar a plantaciones masivas de falsos abetos foráneos. Su uso en la jardinería no es reciente. Sus alteraciones, así como sus mutaciones genéticas han sido aprovechadas por los viveristas para seleccionar variedades de jardín de lento crecimiento y formas redondeadas, bajas o postradas, teniendo en la actualidad una multitud de especies y variedades donde escoger dependiendo de que jardín tengamos o queramos.

Las piceas provienen de lugares húmedos, por lo que no soportan bien el aire seco. Su mejor ubicación es en terrenos con abundancia en materia orgánica en descomposición, bastante frescos sobre todo en verano.

Los grandes ejemplares suelen destacar situados de forma aislada o en pequeños grupos, pero no debemos olvidarnos de que necesitan de bastante espacio para un desarrollo adecuado, algo a tener en cuenta a la hora de planificar su plantación.

Las variedades cultivas son perfectas para combinar entre sí o con otras coníferas y brezos. También son muy utilizadas como plantas de rocalla.

Entre las distintas especies que podemos encontrarnos en el mercado, destacan: La Picea abies o árbol de Navidad, originario del norte de Europa, que puede alcanzar los 50 m de altura. Su principal característica son sus ramas bajas presentes en el árbol durante toda su vida; la Picea glauca, es originaria de  la zona norte de América y destaca por ser un árbol extraordinariamente resistente tanto al frío como al calor y la sequedad. La Picea glauca albertiana ‘Cónica’, es una bella variedad de color verde tierno muy utilizada en jardinería; La Picea omorika, en donde destacan sus ramas de color verde oscuro que se dirigen en oblicuo hacia el cielo;  y la Picea pungens, de atractivo color azul plateado, cuyas variedades ‘koster’ y ‘Globosa’ son las más conocidas.