La luna y su influencia en el jardín
Iván M. Prado Rodríguez
Pasear una noche despejada por el jardín, más que una aventura casi siempre suele ser un placer, sobre todo si tenemos de compañera a luna en cualquiera de sus fases. Tanto en invierno como en primavera, la experiencia suele ser tan agradable que es fácil que se repita a lo largo del año, pero ¿y nuestras plantas? ¿también ellas son capaces de discernir entre las distintas fases de este hermoso satélite?
La verdad es que si la luna puede influir o no en la actividad biológica de las plantas es una cuestión para la que no existe una respuesta única: son evidentes los efectos derivados de la luz lunar, que favorece la actividad de las plantas al complementar la luz recibida durante el día, pero son discutibles los efectos derivados de la atracción gravitatoria – que sí se manifiestan en las mareas, al tener el agua del océano una masa muchísimo mayor. En todo caso, y con independencia de estas consideraciones, la tradición popular ha transmitido hasta el momento actual, y lo continuará haciendo, sus propias apreciaciones con respecto a la luna y sus efectos sobre las plantas.
Ya desde la antigüedad las observaciones concienzudas de las fases lunares y del comportamiento de las plantas demostraron una serie de coincidencias que difícilmente podían atribuirse a la casualidad. En general se llegó a la conclusión de que, con luna creciente, la vitalidad de las plantas aumentaba, volviéndose éstas más fuertes y resistentes cuanto más cerca estuvieran de la luna llena. También se comprobó que las flores cortadas aguantaban más tiempo en los floreros si se cortaban en está época, al igual que la fruta, que se conservaba durante más tiempo si era recolectada en luna creciente. Con luna menguante, por el contrario, se observó que la vitalidad de las plantas disminuía, pero que en cambio sus colores, sus sabores y sus olores se hacían más intensos y perceptibles, por lo que se estableció como un buen momento para realizar las conservas, las mermeladas o para embotellar el vino.
La luna creciente se considera en líneas generales favorable para la germinación de las semillas y el enraizamiento de las nuevas plantas, aunque existen excepciones: en luna creciente se sembrarán y plantarán especies cuyo vigor vegetativo no disminuya con la floración y producción de frutos. Este es el caso de las plantas de flor en general, plantas trepadoras, rosales reflorecientes, etc. En la huerta, es un buen momento para plantar tomates, berenjenas, calabazas, legumbres o pimientos, entre otros.
En luna menguante se recomienda sembrar y plantar aquellas especies cuyo desarrollo vegetativo es inversamente proporcional a la floración y fructificación. Este es el caso de las plantas rastreras que deben permanecer bajas y compactas. En la huerta, las especies a plantar son: las lechugas, las espinacas, y otras especies que tienden a producir muy pronto el tallo floral y a finalizar su ciclo de cultivo.
Las plantaciones de plantas a raíz desnuda se recomiendan en luna menguante, de forma que se tiende a asegurar el reposo vegetativo. Por el contrario, para que se desarrollen y florezcan bien, las plantas que se desarrollan a través de sus órganos de reserva (bulbos, rizomas o tubérculos) deberán plantarse en luna creciente.
Los esquejes se recomienda plantarlos en luna menguante, para que las sustancias nutritivas estén a disposición de las raíces que se van desarrollar y no se utilicen en el desarrollo de la zona aérea, cosa que suele ocurrir en la plantaciones realizadas en fase creciente.
Los injertos se llevarán a cabo en luna creciente. En luna menguante se procederá a cortar los canutillos y los escudetes, que deberán conservarse en frío hasta su posterior injerto en plena fase vegetativa.
La luna creciente estimula y potencia los efectos de la poda. Por el contrario, la luna menguante favorece que los efectos depresores de la poda que se realizan en la estación vegetativa se acentúen, mientras que los efectos estimulantes de la poda verde se ven atenuados.
Recordad que estos sabios consejos populares no siempre están demostrados científicamente, pero tampoco supondrán ningún problema para el cuidado de nuestro jardín, sobre todo si los acompañamos de una buena dosis de observación y sentido común.
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