La araña roja

Otro otoño se instala en nuestras vidas pero por lo que parece el proceso de adaptación a esta estación debería estar siendo muy llevadero, pues este mes septiembre ha sido de lo más benévolo en lo que al buen tiempo se refiere. Esto, que es una alegría para todos los que adoramos la luz y el calor, tiene sus contrapartidas, pues no somos los únicos que sentimos predilección por estas condiciones. La mayoría de plagas también las aprovechan, y por ello debemos estar atentos y vigilar nuestras plantas.

Como ya sabéis, el calor, la sequedad ambiental y la falta de aireación constituyen la combinación perfecta para atraer la presencia de huéspedes  no deseados a nuestras plantas. Un grupo de estos seres indeseados son las arañas rojas, una plaga que aunque inofensiva si se descubre a tiempo, puede llegar a ser letal o cuanto menos muy dañina si no la atajamos con rapidez.

La araña roja (Tetranychus urticae) es un ácaro,  es decir, un arácnido (8 patas) casi microscópico (alrededor de 0,5 mm). Pertenece, por lo tanto, al grupo de las arañas y no al de insectos como a menudo se piensa (los insectos tienen 6 patas). Este ácaro fitófago presenta un aparato bucal chupador con el que perfora los nervios de las hojas tiernas de las plantas para succionar los fluidos celulares que por ellos circulan.

Las arañas rojas tienen una elevada capacidad de multiplicación, lo que unido a su agilidad de movimientos y su facilidad de desplazamiento gracias al viento, da como resultado una gran velocidad de propagación y por lo tanto infestaciones que invaden por completo la planta con rapidez. Normalmente tejen pequeñas telarañas que recubren el envés de las hojas. Su forma de alimentarse, perforando las hojas, produce un descenso del nivel de clorofila y un incremento de la evaporación en la planta lo que da como resultado muerte de las hojas y defoliaciones prematuras.

Con algo de observación es muy sencillo detectar la presencia de la araña roja, pues su forma de alimentarse da lugar a síntomas muy característicos. Por ejemplo, el bronceado provocado por una clorosis difusa con puntitos amarillos o pardos que se pueden observar al trasluz, y que inicialmente se observa en la zona basal de la hoja pero que a medida que progresa el ataque se extiende por toda la hoja. También la pérdida de brillo, el abarquillamiento de las hojas y  la caída prematura de las mismas, además de los hilos de seda, que son visibles cuando el ataque es muy intenso.

Estos minúsculos arácnidos son normalmente rojos aunque pueden variar de coloración según su edad y alimentación. Se pueden observar moviéndose por la planta, preferentemente por la parte inferior de la hojas, pero no son fáciles de apreciar a simple vista, por lo que una lupa suele ser de gran ayuda.

La araña roja puede atacar a casi cualquier especie vegetal, desde árboles adultos de hoja perenne hasta ortigas, por lo que la prevención es el mejor sistema de lucha para controlarla. Los brotes son las zonas más sensibles a los ataques, siendo imprescindible vigilarlos. Los riegos por aspersión, difusión y los manuales dirigidos a las hojas pueden reducir o impedir el desarrollo de la plaga. Una buena práctica para evitar su presencia es no abusar del abono nitrogenado y eliminar las malas hierbas y los restos de cultivo del jardín, para que no se refugien allí en invierno. Las plantas de interior son especialmente vulnerables a esta plaga en verano, sobre todo si están cerca de una ventana orientada al Sur. En estos casos, lo más recomendable es pulverizar agua para favorecer la humedad ambiental o moverlas a un lugar más fresco.

Si la plaga aparece, es fundamental actuar rápido contra ella, ya que su rapidez de multiplicación provoca que el ataque se extienda con gran velocidad por la totalidad de la planta. En este caso un acaricida especifico o un insecticida con efecto acaricida (un insecticida normal no haría nada) podría servir, aunque casi siempre habrá que repetir el tratamiento a los diez o quince días. En caso de infestaciones reiteradas, lo mejor es cambiar de materia activa para no generar resistencias.

Otra opción es el control biológico, mediante el uso de depredadores naturales como el Amblyseius californicus, que utilizados de forma controlada ayudan a limitar esta plaga. Ojo, este tipo de control no es compatible con el uso de insecticida pues provocarían la muerte de los depredadores naturales.